miércoles, 11 de noviembre de 2009

Responsabilidad y deber.

Hace unos días, en una velada en casa de un buen amigo, surgió una discusión un tanto enriquecedora y a la ves controversial. Discutíamos acerca de la responsabilidad de los sacerdotes, comparada con la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Había dos posturas, una argumentaba que todo tenemos igual responsabilidad en la construcción del Reino de Dios, y que muchas veces los laicos nos excusamos en el argumento de que los Sacerdotes son los encargados de ese departamento. Por otro lado la postura contraria, por así llamarla, argumentaba que los sacerdotes tienen una autoridad, una responsabilidad y una carga que en nada se compara a la de los laicos, y que por tanto sus fallas afectan a muchísima gente, y en el Juicio de Dios, si han fallado a su encomienda, serán castigados mucho más severamente.

La discusión tuvo muchos argumentos, algunos compartidos, otros no, sin embrago el día de hoy (11 de noviembre de 2009) nos topamos con una primera lectura que nos iluminó bastante el tema; este pasaje es Libro de la Sabiduría 6, 1-11, e ilustra perfectamente como la responsabilidad sobre otras personas SI es un factor a tomar en cuenta en el juicio que un día vamos a enfrentar, y es un hecho que las personas que representan la figura de líderes en grupos humanos tienen el deber y la obligación de ser ejemplo de estos grupos, incluyendo sacerdotes, jefes, gobernantes, etc.

Esta lectura es muy clara en que “un juicio implacable espera a los que mandan”, por lo tanto, podemos concluir que por un lado todo tenemos la responsabilidad de construir el Reino de Dios aquí en la Tierra, y está muy mal excusarnos en la autoridad y responsabilidad de los sacerdotes en esta misión, sin embargo, hay de aquel sacerdote que no cumpla la voluntad de Dios pues será juzgado con mucha más severidad que los laicos pues dice la escritura “Al pequeño, por compasión se le perdona, pero a los poderosos se les castigará severamente”. Esto es igual para los jefes que abusan de sus trabajadores, que no reparten utilidades, que abusan de la imperiosa necesidad que llevar el pan a la mesa, estos serán juzgados con la misma severidad; igual que todas las personas que ocupan puesto de poder en algún grupo humano.

2 comentarios:

Andrés Caro dijo...

Me parece excelente la entrada hecha por mi hermano en Cristo, Lacho.

Ya que concuerdo perfectamente en que el juicio hecho a los sacerdotes será mucho más duro que el de los laicos. Sin embargo, creo que en proporción será igual, es decir, efectivamente, el juicio para un laico será más suave en relación con el del sacerdote, mas aún así, en proporción a su responsabilidad de construcción del REino, en la misma medida.

Es decir, ambos (laicos y sacerdotes), tenemos obligación de construir el Reino de Dios en la tierra, y en tal virtud ambos seremos juzgados respecto de nuestro desenvolvimiento en tan divina tarea. Sin embargo, en virtud de que la responsabilidad de la construcción del Reino del sacerdote es mayor (ya que se encarga de comunidades enteras, de celebrar Eucaristías, de confesar, etc.) que la del laico (que su tarea es pastorear a sus hijos, y ser referente de Iglesia en cualquier lugar en donde esté), creo que el juicio será exactamente proporcional en dureza. Me gustaría escuchar la opinión del autor, a este respecto.

Por otra parte, resulta loable que en reuniones sociales se toquen estos temas, sobre todo porque hace ver que los laicos también nos damos cuenta d ela responsabiliad cristiana evangelizadora que tenemos. Triste es que muchas veces los sacerdotes se olvidan de esa parte de su ministerio: la evangelización.

Ayer, precisamente, hablaba con mi mamá algo al respecto, cómo muchos sacerdotes no planean, ni ponen su mayor empeño en sus homilías, siendo que ésta es de las partes más importantes, por no decir la más importante, en cuestión de pastoreo (hago incapié en la función de pastoreo, ya que la función sacerdotal más importante, claro está, será la eucaristía, la consagración).

Así, es lamentable ver homilías improvisadas, y saber que al Sacerdote poco le importa guiar al rebaño hacia el verdadero Pastor, Jesús. Ver que limitan su actividad a la cuestión litúrgica, sacerdotal, parroquial, y no tanto a la pastoral, función clave en la construcción del Reino.

Cuánto gusto me daría que los sacerdotes se replantearan esta tarea, y así, las homilías fueran en verdad una manera de evangelizar a la comunidad, de instruir y de guiar a verdes praderas a las ovejas que estamos a su cargo por institución del Señor.

Gloria a Dios.

José Horacio Castro dijo...

La escritura de Salomón es muy clara; cito lo más relevante en el artículo.