Escribir sobre el cielo es común. Cualquiera lo tiene fácilmente al alcance de la vista, a diferencia del mar, de las montañas, de la lluvia o de un bosque. Basta asomarse a una ventana o levantar la mirada si no estamos bajo techo. Ahí está siempre. Nos cubre día y noche. Nos envuelve y nos recuerda constantemente que no todo es tierra.
Los poetas lo han llamado de mil maneras para hacerlo poético: la bóveda celeste, el manto azul, el velo que nos cubre… Y no es para menos. Los atardeceres que estamos viviendo interpelan la sensibilidad de cualquiera. Las noches de luna llena se reflejan en nuestro panorama interior y lo iluminan de manera misteriosa. Los amaneceres nos tiran para arriba: estás hecho de polvo pero no estás destinado al polvo, nos susurran al oído.
Hoy fui a correr a Calzada y entendí que, aunque común, es muy difícil hablar del cielo. Me hubiera gustado tener mi Mac conmigo para escribir lo que sentí cuando recorrí con la mirada un cielo ambivalente. Era rosa. Pero era más blanco y aún más azul. Los colores se entremezclaban y producían combinaciones imposibles de describir o de pintar. Un par de pájaros volaban en lo alto –no sabría decir qué tan alto–. Las hojas de los árboles se mecían apaciblemente. No podría decir de qué color eran pues el crepúsculo escondía su verdadera tonalidad. Todas eran oscuras y en sus contornos se vislumbraban los moribundos rayos de sol.
Entonces me acordé que hace varias semanas había pensado escribir sobre el cielo y sobre el Cielo, es decir, sobre la homologación de dos términos que tienen una relación peculiar. El cielo es todo lo que no sea tierra, creo. Me parece que no es equivocado decir que el cielo comienza donde termina la tierra, donde termina el mar, donde termina la piedra y el árbol. Claro, cuando hablamos del cielo señalamos hacia arriba pero esto es porque el cielo es invisible y no podemos decir que está enfrente de nosotros. Si lo limitamos diríamos que el cielo termina con la atmósfera –¿o el espacio también es cielo?–. Quedémonos con la noción de que el cielo es ese manto que nos cubre, esa difícil combinación de colores que vi hoy en la tarde.
¿Qué relación tiene este cielo con el Cielo con C mayúscula? En inglés se distingue entre sky y Heaven (o Heavens), pero el castellano utiliza la misma palabra para nombrar a ambos.
Los cristianos creemos en un Premio Eterno que hay que conseguir en esta vida con la ayuda de la Gracia de Dios. Y ese Premio consiste –más o menos, pues acordémonos del ni oído oyó…– en muchas cosas, pero sobre todo en la Felicidad Absoluta que nos va a inundar por estar en un lugar llamado Cielo donde estará Dios y todos los que lo merecen.
Entiendo que hay un cierto grado de analogía el cielo y el Cielo, y esta analogía se aclara cuando escuchamos frases que dice la gente: “el de allá arriba”, “cuando subamos al Cielo”, etc. El Cielo está en un lugar del cielo, según parece.
Pero el Cielo como tal no es un lugar, según entiendo. No es que Dios esté arriba en el cielo. Recuerdo que Yuri Gagarin, el primer astronauta que salió de la atmósfera terrestre, dijo al volver a la Tierra que no había visto a Dios. Pues no, no está arriba. Btw, Gagarin era ruso comunista y le pagaron para que dijera esa estupidez.
El Cielo está en otro plano. Dios y los santos no están en un lugar sino en otra parte donde no hay tiempo. Y quizá la analogía entre cielo y Cielo sea tan fuerte porque vemos el cielo y nos quedamos sin palabras…
La grandeza del cielo nos trasciende absolutamente y nos recuerda que somos muy pequeños… pero también nos recuerda que tenemos un destino más allá de este hermoso cielo, que por más grande y puro que nos parezca, por más que disfrutemos contemplar su trasparencia y su serenidad, por más tardes que pasemos frente a él, por más sueños que tengamos sobre la felicidad y sobre la paz, por más creamos en el amor y en las risas, el Cielo será algo infinitamente mejor.
Entonces se entiende que cielo y Cielo utilizan las mismas letras: el cielo no es más que un reflejo mortecino y pálido –palidísimo– del Cielo. El cielo no es más que una fina sombra del Cielo. El cielo no es más que un vago recuerdo del Cielo.
Sólo piénsalo… y verás que vale la pena todo este esfuerzo, todo eso del valle de lágrimas.
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