"...para la mayoría de la gente, la palabra "inmoralidad" ha pasado a significar una cosa, y solo una...Un hombre puede ser codicioso y egoista; despiadado, cruel, envdioso e injusto; brutal y violento; avaro, falto de escrúpulos y mentiroso; obstinado y arrogante; estúpido, huraño y carente de cualquier instinto noble... y aún así somos capaces de decir que él no es inmoral. Recuerdo que, en cierta ocasión, un jóven me dijo con toda sinceridad: "No sabía que hubiera siete pecados capitales; digame, por favor, cuáles son los otros seis". (Dorothy Sayers, "Los otros seis pecados capitales")
Me pareció interesante ésta reflexión, pronunciada hace poco más de medio siglo en una Europa cada vez más tendiente al modernismo. De hecho lo que más me parece interesante es que Dorothy Sayers, junto con un pequeño ejército de escritores cristianos como G.K. Chesterton y Hillaire Belloc, , profetizaron de manera espantosamente atinada el porvenir ideológico y moral del resto del siglo.
Es un hecho que en nuestra sociedad (llámese modernista, posmodernista, o como sea) se ha perdido de una manera impresionante (y preocupante) la ortodoxia cristiana. El mundo (hablo de la parte que conozco: occidente) se ha polarizado casi tanto como en tiempos de los primeros padres. Paganos (algunos disfrazados de cristianos de cualquier denominación) y cristianos que obedecen la ley de Dios, y ya. Lascivos y mojigatos, les llama Dorothy Sayers, caras opuestas de una misma moneda puritana.
La cosa es que la carta del puritanismo se juega demasiado. El pecado (fuera de no asistir a celebraciones de precepto) se ha reducido prácticamente a situaciones que atenten contra la pureza y sexualidad. Y solo es un mal cristiano quien no atiende a alguno de estos dos preceptos. Es más, si los atiende, ya "está del otro lado" y hace bien, es bueno, mientras siga haciendo eso está bien y "al cabo su apostolado es el ejemplo".
Sin quererlo y darnos cuenta, hemos vuelto a un estado de fariseísmo en el día con día. La ley por la ley, la hipocresía y el "gracias por que no soy como aquél". Todo esto tergiversando el evangelio a nuestra manera y circunstancias. El mandamiento nuevo, la radicalidad de sus posturas, la lucha contra el mundo, todo esto se ha convertido en un cumpliento de simples preceptos dominicales y normas básicas (demasiado básicas) de vida para quienes se quieran llamar cristianos. Esto también aplica para quienes están en algún grupo eclesial, donde muchas veces existe la tentación de ir simplemente por que "me siento bien" o "es algo bueno". Y claro que esto no atrae ni poquito a los que buscan verdaderamente un sentido a la vida convirtiéndose más fácilmente en paganos.
Dijo alguien por ahí que no hay que confundir el amor con las ganas de ir al baño. El evangelio no habla de normas y preceptos, sino todo lo contrario. Sin embargo la ley viene por añadidura al amor y entonces si habrá que cumplir. Existen otros seis pecados capitales y desentenderse de su existencia es desentenderse de Cristo. Cuidemos más nuestra conciencia, procurando examinarla más seguido (hay quienes sugieren dos o tres veces al día) sabiendo que es preferible ser escrupulosos al momento de formarla a dejarla moldearse con los criterios del mundo.
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