lunes, 18 de enero de 2010

Sobre las bendiciones

Ha sido de mi especial atención que se ha hecho preocupantemente frecuente la expresión "Dios te bendice", utilizada también con el resto de los artículos conocidos en el idioma español. Si bien en primera instancia parecería ser una frase inofensiva y se le pudiera acusar al autor de ésta entrada de ser un fanático radical que no tiene nada mejor que hacer, la realidad es que tiene muchas implicaciones un tanto graves.

En primer lugar estoy consciente de que muchas de las personas que la utilizan (probablemente la mayoría) ni siquiera diferencían entre ésta usanza y la tradicional ("Dios te bendiga"). Pero hay otra gran parte que busca usarla todo el tiempo utilizando una argumentación relativamente simple que podría parecer lógica. Dios, que es infinitamente bueno, te bendice todo el tiempo, y como tengo esa seguridad, es mejor decirlo así. Bien, podría parecer lógico, pero ¿qué implicaciones tiene?

Vivimos en una sociedad posmoderna, y dentro de los síntomas de dicha sociedad, está el de pasar todo por alto, ver todo como bueno y la permisividad general. Esto, traducido a un ámbito religioso, lo hace en la creación a un dios a la medida de todos, que es bueno conforme a lo que cada quien considera bueno, que no exige, que perdona sin necesidad de arrepentimiento y si, que bendice sin necesidad de que queramos ser bendecidos. El conflicto que genera esto, es que Dios no es un "diosito". Dios es el todopoderoso, el Rey de reyes y Señor de señores. Es misericordioso, si, pero también es justo, y no puede una cualidad excluir a la otra. Nos redimió, si, pero jamás le quitó la libertad al hombre de condenarse si ésa es su voluntad. Nos da la gracia, la fe, la esperanza, la caridad, los dones del Espíritu, la salvación y su bendición, pero todo esto siempre gracias a una acción positiva del hombre. Dios no impone nada, el hombre es partícipe de su propia salvación y de su propio porvenir.

También en la Biblia en repetidas ocasiones se nos pide orar con insistencia. El mismo Jesús les habla a sus discípulos sobre la importancia de orar con constancia al Padre. "Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?"(Lc. 11,13). Si las gracias y bendiciones de Dios vinieran por sí solas, entonces, ¿Por qué habríamos de pedir en el padrenuestro por la venida del reino de Dios, que se haga Su voluntad, que nos dé el pan de cada día, etc.? Es un hecho que Dios conoce lo que queremos incluso antes de que una palabra se forme en nuestros labios, sin embargo quiere que le pidamos y no desfallezcamos, por eso la palabra de Dios dice antes de que Jesús diga la parábola de la viuda y el juez injusto: "Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer" (Lc. 18,1). Ahora, si podemos (y debemos) orar con insistencia al Padre por nuestra propia bendición, ¿por qué no habríamos de desear a nuestros hermanos que dicha bendición, que quizá él o quizá uno mismo está pidiendo sobre él, se cumpla?

Del mismo modo, de llevarse al extremo ésta corriente pondría en duda más prácticas de nuestro accionar católico cotidiano. Desde cosas tan simples como el desearse la paz en la misa (que la paz, la paz de Dios, que es un don, esté contigo), la bendición de imágenes, carros, casas, locales, etc, por medio de agua bendita, hasta la bendición por parte de presbíteros y diáconos y un largo (y bendito) etcétera.

Finalmente, y creo que con esto todo queda mucho más claro, Dios mismo mandó la fórmula original, así que los dejo en su meditación con un fragmento de la Biblia:

Entonces habló el Señor a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y a sus hijos y diles: "Así bendeciréis a los hijos de Israel. El Señor te bendiga y te guarde; el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; el Señor alce sobre ti su rostro, y te dé la paz." Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré." (Nm. 6, 22-27)

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