jueves, 8 de abril de 2010

Sobre las misiones

Se equivocó aquel que dijo que para ser misionero había que irse muy lejos, y también el que afirma que primero hay que fijarse en los círculos de pobreza que tienes alrededor antes de pensar en viajar. Y vuelvo al punto que alguna vez traté en otro blog. No es que esté mal el que se va a Africa, Sudamérica o a Asia de misiones. Cuando hay una rectitud de intención, no estoy en contra de los viajes largos, siempre recordando que a final de cuentas es una decisión de dos personas la que se toma, y si la voluntad de Dios requiere que alguien de México vaya a evangelizar Indonesia, pues bien, quienes somos para juzgar. Lo más seguro es que aquella persona tenía las características más adecuadas para dicha labor.

Tampoco estoy tan encontra de aquellos que van de misiones a paises lejanos en busca de más comodidad, tranqulidad, esparcimiento y una búsqueda de autosatisfacción. Finalmente, cuantos de nosotros no fuimos por primera vez de misiones con una actitud más curiosa que de servicio. La clave de todo esto es la obediencia a las mociones del Espíritu Santo, con eso, todo, sin eso, o se vuelve simple filantropía, o se vuelve simple soberbia, o se desvirtúa, o se vuelve contraproducente.

Ya superada ésta etapa, a muchos misioneros les da por pensar que el misionar es cosa de los lugares retirados. Y se excusan en detalles como que es más dificil para ellos que les llegue la misa, los sacramentos, o quien les enseñe. Es cierto, pero también es cierto que la mayoría de las comunidades rurales visitadas aquí en México con el ánimo de hacer misión, tienen los servicios espirituales suficientemente cerca, al menos en cuanto a lo mínimo indispensable se requiere. Lo que no se tiene, ni en la ciudad ni en el campo es una evangelización activa por parte de la misma Iglesia.

Se ha despreciado el mandato del evangelio a ir y predicar. IR y predicar, no quedarse sentado y al que venga y en un ambiente que me guste, y si tengo ganas, y si la persona ya cree lo mismo que yo, ENTONCES ya platicamos de Dios. El mandato es a una actividad, a un hacer, no podemos esperar que el Reino de los Cielos aquí en la tierra llegue a su plenitud, si nuestro cristianismo se ha limitado a una vida sacramental pasiva, a una hora a la semana y busqueda de milagritos ocasionales. Y finalmente, si esperamos que la gente crea, que haya un verdadero cambio en los corazones de las personas y en nuestra sociedad, habrá que hacernos la pregunta "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quién no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?" (Rm. 10,14-15a)

Evangelizar las comunidades alejadas es muy importante, pero lo es también, y quizá mucho más urgente, el evangelizar a nuestra propia gente. Porque la mayoría conoce el nombre de Jesús, lo ha oído mencionar gran parte de su vida, pero no conoce a Jesús, no conoce las escrituras, no conoce su evangelio, no lo hace suyo porque no hay quien se lo enseñe. Habrá recursos para que cualquiera vaya y lo busque, sí, pero hoy en día hay tantas corrientes y tantas doctrinas falsas, que es más fácil encontrar una aguja en un pajar que encontrar la verdad. Aquellos que nos gloriamos en poseer la verdad revelada por Jesucristo, comuniquémosla a los demás, siempre con la seguridad de que Él ya ha vencido.
Maranatha!

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